El Ciudadano Digital
Hablar de ciudadano digital que es totalmente diferente a hablar de nativo digital, expresión acuñada desde el 2001 por Marc Prensky, un escritor americano y conferencista, que utilizó este concepto junto con el de inmigrante digital en su artículo Nativos Digitales[1]; nativo digital hace referencia a la generación que nace en pleno auge de la era digital, y de la expansión de las tecnologías de la información, el nativo digital es aquel que ha crecido en constante contacto con las tecnologías de la información y el mundo virtual de la internet, es su nicho natural, por puro instinto saben cómo utilizar una computadora, un celular, una tablet, saben que botón apretar, saben que comando ejecutar.
caso distinto es el ciudadano digital, en el aspecto negativo del concepto, es el individuo que desarrolla su rol de ciudadano puramente en el mundo virtual, son esclavos de las redes sociales, desarrollando un individualismo narcisista que busca desesperadamente destacar en la “sociedad” recolectando likes como si fueran créditos sociales con los cuales logran alimentar su ego, comprar fama, una fama efímera y pasajera, un ejercicio interesante, pues aquel individuo cree ser el dueño de la información y por tanto cree tener el poder de administrar dicha información y dichos créditos sociales, pero esta es una verdad muy alejada de la realidad, pues quienes verdaderamente son dueños y se lucran con el comercio de esta información son los poderosos grupos tecnológicos globales (Google y Facebook) quienes a su vez venden información a otras empresas y gobiernos con el fin de tenerlos controlados y vigilados (si, nuevamente Foucault hace su aparición), estas redes sociales fungen como el panóptico descrito en vigilar y castigar, el ciudadano digital es un esclavo inconsciente de su condición, un idiota útil que sirve para legitimar este hipercomercio de información, el ciudadano digital ayuda a construir su propia celda, que es como una vitrina expuesta al mundo entero y luego se exhibe en ella y lo hace con agrado, con devoción y plena entrega.
Estos ciudadanos digitales, son capaces de aceptar, criticar, denunciar argumentar, contradecir y decir “me importa” a cada pseudoverdad posteada, es muy valiente para hacer valer su criterio u opinión, pero solo en redes sociales, en ese mundillo virtual toxicamente democratizado. Pensar en el ciudadano digital atiborrado de hiperinformación, es como pensar en un borracho, donde por la ingesta exagerada de alcohol lo único que puede producir es vómito. Ahora bien, gracias al aislamiento social, esta idea de ciudadano se ha reforzado, son idiotas útiles adormecidos en la comodidad de sus sillones postrados al frente del celular, tablet o computador hiperconectado al “Mundo”, pero completamente desconectado de su realidad social, completamente ausente en la participación consciente de su comunidad más próxima, hablamos de familia, de barrio, de localidad, de conjunto, de edificio, etcétera.
Vemos como en el núcleo familiar la disociación es evidente, el padre de familia puede estar conectado en su portátil trabajando, leyendo noticias, o simplemente pasando el rato, mientras que la madre está en videoconferencia o teletrabajo, y al mismo tiempo (porque seguimos siendo una sociedad machista) haciendo los quehaceres de la casa, y el hijo, completamente alienado en las redes sociales subiendo videos bailando tick tock; ya en la cena, no hay un tema de conversación común que los una. De igual forma pasa en los conjuntos residenciales, que son más y más cada día, desapareciendo el barrio tradicional, en donde cada unidad familiar es un mundo completamente independiente, podemos estar separados por un metro de distancia o menos, pero no nos reconocemos los unos a los otros y cuando nos encontramos en el ascensor, el minuto que pasa se vuelve incómodo y eterno porque no tenemos nada “en común” para entablar una conversación, el aislamiento social psicológico ya se venía presentando y hoy ha sido reforzado por la pandemia y la cuarentena obligatoria en la que nos han confinado el Estado.
Aislamiento Social Psicológico.
Estaba recordando esta noche que una vez mi padre me dijo que hay dos formas de gobernar un pueblo (que en realidad son 3), por las armas o por la religión o combinadas estas dos. creo que se puedo traducir hoy en día en que la sociedad está dominada o por la ignorancia o por el miedo, o la combinación de estas dos.
Hemos sido testigos en estos días como a causa del miedo, el Estado nos ha llevado a restringir una serie de derechos y libertades con el discurso de estar cuidándonos de un nuevo enemigo que han llamado la pandemia, empujándonos a un aislamiento social físico y gracias a la hiperinformación y a la previa enajenación mental del ciudadano digital hemos permitido ser aislados psicológicamente de nuestro colectivo, hemos permitido que además de encerrar nuestros cuerpos encierren nuestra psique, cumpliendo con el propósito actual del “status quo”, individuos aislados en todas las esferas posibles, de forma física y psicológica, polarizados, desunidos, incapaces de unirnos en una sola voz para protestar.
Y es que al gobierno colombiano (y diría yo, a otros gobiernos latinoamericanos), le ha caído como anillo al dedo esta emergencia sanitaria, y por ende está muy cómodo con el estado de excepción, teniéndonos en casa encerrados, aislados, callados, adormecidos, abobados en nuestro smartphones, haciéndonos pelear los unos con los otros y defendiéndonos de un enemigo invisible, importado, para dejar a un lado y olvidar el verdadero problema de nuestro país que no es más que el cáncer de la corrupción.
Es que olvidar es tan fácil para nuestra sociedad contemporánea, gracias a los smartphones ya no tenemos que recordar una decena de números telefónicos o direcciones, ya no tenemos que memorizar los cumpleaños de nuestros familiares y amigos, el bendito celular nos lo recuerda. Esta reflexión me lleva a recordar una discusión que tuve con mi hijo mayor, pues íbamos en carretera y yo estaba escuchando una canción de Metallica, que normalmente pueden durar de ocho a doce minutos fácilmente y entonces mi hijo me dice -“papa todas esas canciones viejas que tu escuchas son muy largas y uno le pierde interés a los 5 minutos”, por eso las canciones contemporáneas no duran más de 5 minutos, por eso el éxito de twitter que nos da información condensada en 20 palabras, por eso el éxito de instagram que nos muestra una imagen que vale más que mil palabras (y temo que este ensayo, que ya lleva más de 3 páginas, no va a ser leído, porque ya es largo y jarto).
Gracias a las redes sociales y los smartphones y la capacidad reducida de concentración del ciudadano digital, olvidar se nos hace muy fácil, por la pandemia dejamos atrás noticias como Odebrecht, Interbolsa, la ñeñe política y muchos más casos de corrupción. Por eso el gobierno nos ha embutido día y noche información solo del coronavirus, para que nos olvidemos de las verdaderas dolencias que tiene nuestra sociedad, por eso vemos todos los días al showman del subpresidente Duque, para que nos entretengamos a diario con sus flipantes ocurrencias y olvidemos que somos una sociedad completamente inequitativa y sumergida en la pobreza, para que olvidemos que hace unos meses nada más estábamos en Paro Nacional, por eso el Gobierno está tan cómodo con el estado de excepción y concuerdo totalmente con el temor de Giorgio Agamben[2] de que éste “Estado de Excepción” se vuelva “normal”.
La “normalidad” que nos espera (sin querer sonar conspiranoico), es un Estado más represivo, un Estado Policial a base de miedo, apoyado en las herramientas tecnológicas que en un principio se quieren instaurar para combatir el virus, como por ejemplo Coronapp, una aplicación que quiere rastrearte a cada segundo, saber de tu estado de salud, y si eres potencialmente peligroso para otros, una app que va a recoger todos tus datos personales y personalísimos como tu historia clínica, o como las cámaras con software de reconocimiento facial, o cámaras que pueden leer tu temperatura, y el tan mencionado chip subcutáneo que puede contener toda tu información, estos adelantos tecnológicos se usaran no para proteger a la sociedad, sino más bien para una represión más calculada, más certera, un panóptico más perfeccionado, donde cada individuo es un potencial enemigo del Estado.
Es por esto que me alejo del planteamiento hecho por Zizek[3] (Filosofo contemporáneo de mis favoritos, al cual admiro y respeto demasiado), en el que considera que debido a la pandemia el capitalismo ha recibido un golpe de muerte a lo “Kill Bill”, y éste caerá en un movimiento de 5 pasos; para mí este planteamiento se aleja mucho de la realidad, la pandemia, o más que la pandemia, las políticas de aislamiento social han fortalecido el sistema capitalista que nos oprime hoy y el paso siguiente es un capitalismo más agresivo y mucho más individualizante, un capitalismo salvaje.
Creo más bien que deberíamos hacer un parangón con la serie “The Walking Dead”, donde en un principio de la serie Rick y los suyos (humanos sanos), tenían un enemigo en común, “los caminantes” o “Zombies”, que para el caso que nos ocupa hoy, ese enemigo en común que nos han presentado es el Covid 19, pero ya en temporadas finales, el enemigo de Rick, ya no son los caminantes (porque éstos se han convertido en una cotidianeidad, como sucederá en un futuro con este virus), ahora su enemigo es su propio prójimo, Negan y su clan “Los Salvadores”, que es lo que está sucediendo en estos momentos, nuestro enemigo es aquel que no se alinea con nuestra forma de vivir y pensar, nuestro enemigo es el de al lado, el diferente a mí, el negro, el indígena, el homosexual, la del pelo rojo, ese de allá que tiene los jeans rotos, el enemigo es aquel que tuvo la osadía de pensar por sí mismo.
Todos los días estamos viendo como agredimos a nuestro congénere, y transgredimos nosotros mismos sus derechos y libertades, atendiendo a la falsa idea de la necesidad de proteger nuestros derechos y libertades. el ejemplo más claro de este ejercicio tóxico de micropoder, es el ocurrido con la señora Edy Fonseca, en donde tanto administrador como consejo de administración del edificio donde laboraba, valiéndose de su posición jerárquica, anularon derechos fundamentales de su subalterna, de su empleada, tratándola a tal punto de ser una esclava moderna, amparados en la creencia de estar salvaguardandose del enemigo invisible; es decir, que importa la libertad de una subalterna cuando está en peligro la vida de sus empleadores, “que son gente de bien”.
Es que este es el caso más claro donde podemos observar directamente lo enferma que está la sociedad, hablamos hoy de empoderamiento, de emprendimiento, de éxito personal, de cumplir metas durante el aislamiento social (que es físico), he visto muchos post, demasiados para mi gusto, donde te dicen que si no hiciste algo productivo en esta cuarentena no vales la pena, alimentando el concepto de individualismo, de llegar a la meta tu solo, de ese emprendedurismo enfermizo al cual nos quieren llevar, ese aislamiento social (esta vez psicológico) donde solo importo yo.
Por tal motivo me alineo más con el pensamiento de otro gran pensador contemporáneo Byung-Chul Han[4], creo que el virus que nos empujó al aislamiento social físico y nos sumergió mucho más en el individualismo, es la preparación para un capitalismo mucho más agresivo, y si seguimos siendo ciudadanos digitales (seres-en-red), veremos todas nuestras libertades reducidas a nada, por salvaguardar un Estado que está apartado del colectivo.
Para terminar, la invitación es a dejar el sofá, a dejar el aislamiento social tanto físico como psicológico, dejar a un lado el miedo y compenetrarnos más con nuestro prójimo buscando puntos de encuentro en nuestras ideas y no lo que nos diferencia, a dejar la polarización que tanto a fracturado la sociedad colombiana.